Los momentos vividos hasta ahora solo son el comienzo de los que nos quedan por vivir.



musica para soñar

lunes, 6 de septiembre de 2010

LA TRISTE HUELLA DEL PARÍS DAKAR

Pocas pruebas deportivas traspasan el umbral de lo legendario. El Rally París Dakar lo ha conseguido. Nacido en 1979 como un empeño de chalados, El Dakar se ha convertido en marca comercial. Pero al mismo tiempo es sueño, ilusión, reto y aventura. El viaje a través del Sahara ya no sólo lo hacen (o lo hacían) los competidores oficiales que pagan las altas tarifas de la organización fundada por el malogrado Thierry Sabine, sino muchos otros pilotos anónimos que afrontaban a su aire los riesgos de la ruta por el puro placer de superar las dificultades.

Pero Al Qaeda vino a aguar la fiesta. El Rally oficial desertó a tierras australes y el flujo de aventureros independientes ha menguado considerablemente. Todos estamos en peligro en el Sahel por culpa del color de nuestra piel. El Rally París Dakar ha muerto en África. Con él se han extinguido muchos sueños. También muchos negocios. La caravana era sobre todo dinero para una de las regiones más pobres del planeta. ¿Qué habrá quedado después de tanta carrera, tanta gasolina, tragedia, esperanza y sacrificio?

LA RUTA

Emprendo viaje en una antigua BMW R100 G/S del 88. La familia GS forma parte de la leyenda desde que Hubert Auriol ganará las ediciones del 81 y 83 con una de ellas. Otro de los competidores oficiales de BMW en el 2001 fue el francés Jean Brucy. Lo encuentro en Agadir, donde organiza rutas de enduro. Confirma que el rally ha dejado de ser una aventura romántica para convertirse en competición hiperprofesionalizada. Antes, un piloto en apuros podía esperar ayuda de su adversario; todos eran camaradas en el campamento. Ahora, que le pregunten a Marc Coma por su relación con Cyril Despres, quien le ha acusado varias veces de fraude.

La ruta paralela de los no competidores ha dejado una marca indeleble en estos países. Albergues, campings e incluso pasos fronterizos tienen pegados en paredes, ventanas y taquillas el testimonio de su paso en forma de pegatinas. Cada expedición parece haber impreso sus propios adhesivos para irlos dejando como rastro de la gesta. Resulta casi surrealista encontrar tan coloridos escudos y lemas en los sucios galpones de la gendarmería o los agentes de aduanas. Estos funcionarios mal pagados también están perdiendo oportunidades de negocio. Acostumbrados a exigir mordidas, regalos y propinas para agilizar los tediosos trámites fronterizos ven con dolor como el caudal se les está secando.

SENEGAL

El ferry que cruza el río Senegal en Rosso es famoso por la multitud de ladronzuelos, buscavidas, pedigüeños y funcionarios corruptos. Lo evitaré desviándome hacia Diama. Noventa divertidos kilómetros sin asfaltar paralelos al cauce. No iré solo. He aconsejado a un grupo de senegaleses que lo intenten por esta pista. Son los nuevos y silenciosos héroes del París Dakar. Inmigrantes que regresan a su país durante las vacaciones. Recorren miles de kilómetros en coches de cuarta mano cargados hasta los topes. Expuestos a los abusivos precios de seguros y visados, durmiendo donde pueden y comiendo en el arcén. De su proeza nadie escribe ni son entrevistados en los programas deportivos.

Senegal es cambiar de planeta. Se acabó el desierto. Es el África alegre, colorida y sexual. Saint Louis es un caos policromo y animado. Cruzo el puente de hierro y entro en la que fuera capital colonial francesa. Es como un Nueva Orleáns africano y abandonado. De aquí fue el primer diputado negro en París. Me alojo en un hotel barato pero voy a cenar al lujoso La Residence. Me atiende Madeleine, una belleza local. Toda simpatía, reconoce que la marcha del Rally les ha perjudicado. Durante la competición se ocupaban todas las habitaciones y nadie discutía el precio. Y para que hablar de las propinas.



DAKAR



Dakar es una ciudad sucia y contaminada. El Rally no volverá. Tampoco creo que les importe demasiado viendo tan atroz miseria. La aventura aquí es sobrevivir. La pobreza sigue siendo total tras cincuenta años de independencia. El caso de Senegal no fue tan traumático como el de Guinea Conakry, donde el líder nacionalista Sekou Touré espetó a De Gaulle que preferían ser pobres pero libres. El general le hizo caso. En cuatro meses desapareció todo rastro francés. Ni trabajadores, ni maquinaria, ni infraestructura, ni edificios, ni servicios. Nada. El país regresó a la edad de piedra en ciento veinte días.



Hay una novela cáusticamente divertida, Céroe, no eres un cualquiera, de Sassine Williams, sobre la situación tras la muerte de Touré. Es la historia de un africano inepto y emigrado cuyo alcohólico jefe blanco convence para que se finja mártir de la oposición a la tiranía y regrese como libertador. La suma de cero y héroe da lugar al título. El irreverente cuadro descrito permite respirar el ambiente irracional de la descolonización como si hubiera sido un chiste.



Mas la realidad es una historia sin demasiada gracia. Frente a Dakar está la isla de Goree. Un kilómetro cuadrado objeto de violenta disputa entre portugueses, holandeses, británicos y franceses. Desde aquí despachaban todos los esclavos de África del Oeste. En Goree recaló Vasco de Gama para atender misa antes de completar su intrépida vuelta al Mundo. Casi nadie lo recuerda hoy. Quizá es que se olvidó de traer pegatinas de su aventura.



Miquel Silvestre.

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MAURITANIA Y EL SUICIDIO DE LAS SOCIEDADES EMOTIVAS




Una sociedad emotiva es una sociedad cogida por el gaznate. Cuando se adoptan decisiones políticas sólo por los efectos que están pueden tener en la sensibilidad afectiva del cuerpo social (el electorado) se está hipotecando la propia capacidad de actuar. Se recorta así el poder soberano del Leviatán (monstruo necesario, y necesariamente frío) al calor de las emociones sociales, y se entrega este sobrante de soberanía a quienes sean capaces de influir en ellas.



Todos deberíamos ser capaces de sentir compasión, o sea, de compartir la pasión, el dolor, del otro. Se llama empatía y es un ingrediente evolutivo básico para asegurar la viabilidad de una especie animal que necesita proteger sus cachorros durante un largo periodo de tiempo más allá de la ya de por sí larga gestación. Para un ser vivo tan vulnerable como el homo sapiens sapiens, es imprescindible sentir empatía por sus próximos, los que comparten sus genes y su proyecto municipal. Se trata de un imperativo ético y biológico.



Sin embargo, los postulados ideológicos del cristianismo, que nos obligan a compadecer a todos los prójimos; las revoluciones políticas del XVIII, que construyen el Estado social como disolvente de privilegios; y las ideas socialdemócratas del XX, que lo convierten en maquinaria para el reparto de privilegios; sumado todo ello a los medios de comunicación de masas del XXI, han destilado un magma doctrinario por el que las sociedades occidentales (y solo ellas) se compadecen del mundo entero y consideran que el Estado debe remediar su padecimiento (el de las propias sociedades más que el de los dolientes) con actuaciones administrativas, es decir, sufragadas por el presupuesto.



El Sahara mauritano es el que ha retratado el cine hasta mitificarlo en icono antes que en una realidad geográfica. Este desierto es el verdadero océano de dunas doradas como el oro que se extienden más allá del horizonte. Abrasado por el sol inclemente del Trópico de Cáncer, es un páramo perfecto en su belleza arenosa. Es también el tétrico desierto de los secuestros de Al Qaeda que yo tenía que cruzar en mi vieja BMW R100 G/S del 88 para llegar a Dakar y comprobar qué ha quedado del rally más famoso del mundo en estos países ahora que la organización ha decidido transplantarlo en Sudamérica por motivos de seguridad. Al Qaeda ha amenazado la carrera.



No son amenazas despreciables. Tenemos allí dos compatriotas secuestrados. No es plato de gusto pasar por allí. Pero decidí cruzar Mauritania porque había dos buenas razones para no ser víctima de un secuestro, una técnica y otra estratégica. La técnica es la velocidad. Un motorista solitario apenas llama la atención. Una caravana solidaria sí. Van trompeteando su presencia, algo que jamás se debe hacer. En cuanto a la estratégica, teniendo en marcha una negociación donde el Gobierno Español compra y Al Qaeda vende, no es probable que se alteren las posiciones respectivas dándole una patada a la tetera en mitad de la partida.



Entre Marruecos y Mauritania son cinco kilómetros de tierra de nadie. Una sucesión de baches, bancos de arena, señales de peligro de minas y carrocerías calcinadas de viejos coches robados. El país está lleno de estos esqueletos herrumbrosos y también de controles de la gendarmería tan poco eficaces como el seguro obligatorio que hay que comprar. El que los vende dice que Moratinos es un buen ministro. Llevo recorridos en moto más de cuarenta países y es la primera vez que encuentro a alguien que conoce un miembro del Gobierno Español. No resulta tranquilizador; eso supone que hasta el último mindundi está al tanto de las negociaciones con los secuestradores. Cualquiera que me mire lo que ve son cinco millones de dólares, precio fijado por el mismo gobierno que se supone tiene que defenderme.



El occidental quiere viajar al mundo real, donde a veces lo secuestran. Las sociedades emotivas exigen que se le salve (se las salve) como sea. No sólo lo hacen familiares y vecinos directos (genes y municipio), sino toda una sociedad que experimenta angustia prestada. Los leviatanes adormecen el dolor social y pagan; pero al hacerlo recortan su propio poder, debilitan la capacidad de defensa del conjunto e incrementan el peligro para cualquier otro occidental que se aventure por allí. En un país de una pobreza tan extrema como la de Mauritania, la noticia de que pagan de dos a cinco millones de dólares la pieza blanca, supone un terremoto. Ya no sólo existe el peligro de los terroristas de verdad sino de que cualquier advenedizo desesperado.



Los secuestros no son una novedad. Son tan viejos como el Mundo. Sin embargo, antes los secuestrados habían asumido su riesgo bien por el interés de su país (militares, espías, diplomáticos), bien por su ambición personal (comerciantes, contrabandistas, emprendedores). De los primeros se ocupaba el Estado; de los segundos, ellos mismos o la solidaridad privada. En los tiempos en que Cervantes estuvo preso en Argel, los miembros de la orden de Los Mercedarios recaudaban donaciones para la liberación de cautivos. ¿Quién si no las familias pagaba los rescates de los secuestrados por ETA? Es sólo ahora cuando se exige que sea el Estado quien se ocupe tanto de los públicos como de los privados.



No es una buena noticia. Entre los que pagan y los que cobran, nos han convertido a todos los demás en militares en misión de combate. La sociedad más pacífica de todas se ha convertido así en la más militarizada. Estamos todos enrolados en sus ejércitos, lo queramos o no.


Miquel Silvestre
Muchas gracias a este viajero incansable por estos ratos de lectura que tanto apreciamos los que, por una razon u otra, no podemos llegar a vivir esas experiencias. Gracias Miquel.